Lecciones en la librería

7 Abr

Tengo un remedio infalible para cuando aprieta la ansiedad.

Y tras mi vuelta del viaje, si bien no ha llegado a ahogar, en ocasiones ha apretado con el empeño y la constancia de un opositor a judicatura, amigos.

Porque llevar una vida hippy, con trabajitos que van saliendo por aquí y por allá, con disponibilidad de tiempo libre para “hacer tus cosas” (ese estado, en teoría idílico que siempre se añora cuando tienes un trabajo estable), no es fácil.

Y lo es menos conforme te vas haciendo mayor, en un mes celebrarás tus treinta, y sigues sin tener del todo claro qué quieres hacer con tu vida. Y de repente llega ese momento trascendental e improvisado, un miércoles cualquiera por la mañana mientras esperas que suba el café, en el que te planteas «¿y qué son mis cosas?».

Lo piensas un poco y decides que médico no, aunque salvar vidas hubiese estado bien. Pero tachas médico de la lista.

Una menos.

Esto de ser de humanidades no es un buen negocio, porque el hombre y sus mierdas conforman un campo amplísimo. Y además, cada día te haces un poco más viejo para aprenderlas. Hay cosas que deberías descartar, porque sencillamente no tienes tiempo para llegar a ser bueno en ellas.

La lista de oficios que estoy valorando es extensa, he aquí algunos ejemplos:

–          Agente del FBI:

Puede que haber estado enamorada de Dale Cooper tuviera algo que ver

Tartas de cerezas y café all day long

Llegar a la escena de un crimen, mostrar mi identificación, que te dejen cruzar la cinta amarilla y empezar a lanzar alocadas teorías sobre lo sucedido, siempre ha estado muy arriba en mi top de oficios con clase. A veces, cuando estoy muy aburrida, cojo una pistola imaginaria y ensayo el grito de «¡Alto, FBI!». Y me sale muy convincente.

Creo que es un trabajo que se me daría sorprendentemente bien. Después, desde la calma de la tercera edad, escribiría mis memorias.

–          Detective privado. Es una variación más factible de la anterior, y aun pienso que en algún momento de mi vida pondré un anuncio a lo Bored to Death, y que sea lo que dios quiera. Estoy guardando periódicos viejos, perfeccionando mi técnica de hacer dos agujeros del tamaño justo como para ver y no ser descubierto. No es tan fácil como parece.

–          Maestra quesera en el Norte de España. Mi hermana recuerda divertida que un día la llamé, con esa seguridad que te aporta haber visto la luz de repente, y le comenté que me iba a hacer quesera. “Tía, si hay algo en este mundo que me flipe, eso es el puto queso”, le dije. Y como no podía ser de otra manera, todavía se descojona.

Pues oye, fermentar leche y engordar catando mi propio producto es otra de mis aspiraciones que todavía no descarto.

–          Lectora en una editorial. Éste me parece un trabajo ganador. Que te paguen por leer todo el día y recomendar obras a tu jefe, que es quien se juega la pasta, ¿dónde hay que firmar?

–          Tener un canal de televisión en el que producir las mejores pelis, series, programas y realities del mundo. Conozco muchísima gente a la que daría sin pensármelo un cheque al portador; además, repondría Su media naranja, Uno para Todas y rescataría a Ángel Garó de los infiernos.

Estaría todo hecho con muy buen gusto. El único problema es que para llevarlo a cabo se me tendría que dar muy bien lo del queso, que me tocara la lotería o…

–          Dar un braguetazo de campeonato. Tic tac, amigos. Cada segundo CUENTA.

–          Abrir una librería moderna. De ésas en las que puedes comer, beber, hacer yoga o cruising en sus lavabos. En este punto he estado bastante clavada durante un tiempo, incluso he llegado a hacer números y todo.

Y es que en estos meses me he dado cuenta de que cuando me lío con todos los planes locos y no veo las cosas con claridad, antes de ponerme a comer queso o resolver misteriosos asesinatos, entro en una librería.

Es algo que hago de manera automática, como quien va al baño en mitad de la noche, porque de alguna manera mi cuerpo lo necesita de la misma forma.

La Bestia sabía cómo conquistar a una mujer

La Bestia sabía lo que se hacía

Cuando entro a una librería, la ansiedad se esfuma de manera proporcional a como aumenta cuando mi tía ve Entre Todos y oigo desde mi cuarto la pregunta “qué tengo”, a lo que yo contesto: ANSIEDAD, TOÑI, ANSIEDAD.

Y me gustan porque estás rodeada de libros, pero también porque se puede jugar a los detectives, observando a las personas que están absortas en la búsqueda de su libro de cabecera sin que se den cuenta.

Lo hago así de bien

Lo hago así de bien

O quizá no.

O quizá no

En las librerías de barrio, además, puedes flirtear con los libreros, que siempre son sorprendentemente monos e interesantes. Entrad en librerías pequeñas, veréis que no miento.

Y lo mejor de todo es que no tienen escapatoria, como los camareros, otro gremio facilmente hostigable.

Es el lugar perfecto para cultivar tanto la mente como el delicado arte del acoso.

Es el lugar perfecto para cultivar tanto la mente como el delicado arte del acoso.

Así que en uno de estos días en los que no sabía si hacerme un queso, producir un largo o enamorar a un viejo, me fui a la Fnac, donde puedes toquetear todo lo que te dé la gana con la tranquilidad que te aporta el pasotismo de sus empleados y las dimensiones del lugar.

Allí estoy, poniéndome al día de las últimas novedades, cuando me fijo que a lo lejos, en la sección de cómics, hay una pareja de adolescentes haciendo las cosas que hacen los adolescentes en la vida real y con mayor intensidad en la saga Crepúsculo.

Él, con una cazadora vaquera azul y pantalones de tela negros, busca libros, además de su estilo personal. Se nota que es el más suelto de los dos, hablando muy alto y removiendo las estanterías, sin mirarla apenas.

Ella, más tímida, con muchísimo pelo y el sobrepeso propio de una joven tímida que se refugia en la comida porque sufre en silencio los peores años de su vida, le mira a él.

Parecen estar ligando, pero ni Philip Marlowe ni el padre Brown se basan en meras suposiciones, amigos, así que decido acercarme un poco más para comprobar que no se trata de una primera impresión errada.

Dejo el libro que fuera que tuviera en mis manos y me acerco a su zona, adoptando la actitud de una fanática de las historias gráficas: elijo uno de Liniers y ojeo una página mientras sonrío como si algo me hubiese hecho mucha gracia, tocándome la mejilla con el dedo índice.

Estoy muy metida en mi papel, sí, pero eso no impide que todos mis sentidos se centren en ellos y en su maravillosa conversación:

–          Pues estoy escribiendo una historia que es una mezcla entre Juego de Tronos y el estilo de Robert Crumb – dice él, sin atisbo de sonrojo alguno –. Lo que pasa es que no sé dibujar, tendré que buscarme un ilustrador o algo.

El chico habla y rebusca. Habla y rebusca.

–          Qué guay. Pues yo conozco a una chica que ilustra – dice ella, sin parar de mirarle, con el embeleso que sólo producen esos primeros momentos a solas con alguien que te gusta.

–          ¿Ah, sí? ¿Y dibuja bien? – pregunta él, centrando por fin la atención en su acompañante.

–          Sí – contesta -. Dibuja ángeles sobre todo.

Ojo a la ilustradora loca.

–          Ya, bueno – dice él, con una risita condescendiente -, pero es que en mi historia no hay ÁNGELES.

–          Si dibujas ángeles,  puedes dibujar cualquier cosa –comenta la chica con toda la seguridad que es capaz de acumular en esos escasos segundos, ganándose mi corazoncito y convenciendo a su amigo.

–          Pues pásame su contacto, le contaré mi idea a ver si podemos colaborar.

Doy gracias al cielo por no ser aquella ilustradora y, cual perro sabueso que olfatea buscando la tragedia oculta entre los escombros, detecto que aquello no va por buen camino.

Ese chico no es digno de mi nueva BFF. Algo me huele mal, amigos.

–          La llamaré. Sí, sí… Mira, un libro sobre ajedrez – comenta -. Joder, me flipa el ajedrez. Puedo pasarme horas jugando al puto ajedrez.

–          Yo no sé jugar – confiesa la chica -. Me gustan más las damas.

El sabueso que habíamos dejado rastreando, empieza a ladrar. Decenas de policías y bomberos corren desesperados hacia donde se encuentra el chucho. Se masca la tragedia.

–          ¿Las damas? – pregunta nuestro friki poniendo la cara de un niño al que le plantan un plato rebosante de acelgas para comer.

La chica calla.

El perro ha encontrado un brazo.

–          ¿Las DAMAS? – repite más alto, por si la chica tiene algún problema de audición.

Los bomberos, nerviosos, mueven escombros lo más rápido que pueden.

–          ¿Tan LERDA ERES?

No hay sólo una, sino cuatro extremidades en estado de putrefacción. Bomberos y policías evitan el tufo cubriéndose la nariz con la manga.

La chica sigue callada. Rezo para que no asome ninguna lágrima.

–          Sí, soy bastante lerda – dice al final en voz baja, encogiéndose como una bolita.

No eran seis brazos. Al final del día, los bomberos contabilizan desconcertados 268: todas las extremidades superiores e inferiores de un clan gitano. Guardan un minuto de silencio.

Karpov la mira asustado, como cayendo en la cuenta de que puede que su frase no haya sido del todo acertada, pero no intenta arreglarlo.

Yo devuelvo el cómic a su estante y me voy retirando de puntillas, dejándoles con sus cosas de teenagers.

Mientras me alejo, me dan cierta pena, porque recuerdo que a esa edad  no es nada fácil interactuar: tus sentidos no están bien calibrados, y se van disparando a su antojo, dejando víctimas inesperadas a tu paso. Incluso a veces hay bajas entre las personas que más quieres.

Lo bueno es que según vas creciendo, ya no tienes la necesidad de demostrarle nada a nadie, porque vas teniendo más claro quién y cómo eres. Y llega un momento en el que te das cuenta de que no todo lo que gira a tu alrededor empieza y termina contigo, y dejas, por fin, de sentirte el centro del jodido universo: entiendes que tu libro que será una mezcla entre George R.R. Martin y Crumb no le importa ni a tu madre.

Y que serás más feliz si tampoco te importa tantísimo a ti.

Pero sin embargo importa, y mucho, la persona que va contigo a ver cómics, esa persona que saca un rato, camina a tu lado, te acompaña y escucha las mierdas que vas soltando por la boca.

Y cuando estoy pagando, me doy cuenta de que ya no tengo ninguna ansiedad, que el futuro no me acojona tanto y que en realidad puedo dedicarme a lo que sea que quiera dedicarme, si le pongo empeño.

Porque, como bien decía Baz Luhrmann en aquel temazo de Sunscreen, no hay que sentirse culpable por no tener claro qué quieres en la vida, ni alabarse demasiado en el camino. Hay otras cosas que parecen menos importantes pero lo son mucho más, como no jugar con los sentimientos de los demás, comprender a tus padres y, por supuesto, ponerse siempre crema solar.

Y cuando salgo por la puerta, pienso en ellos y en los malos ratos que todavía les quedan por llevarse hasta que lleguen a entender algo tan simple como esto. Y les doy las gracias a distancia por lo que me enseñaron, sin pretenderlo, una mañana de ansiedades: y es que hacerse mayor no está tan mal.

Eso, y que visto lo bien que lo hice, puede que ponga ese anuncio de detective. Y a ver qué pasa.

De Fallas y despendoles valencianos

18 Mar

Valencia está en Fallas.

Podría describiros qué quiere decir eso, pero intuyo que muchos de vosotros ya lo habréis comprobado en algún momento de vuestra vida, y los que no, tampoco arderéis en deseos de saberlo.

Sólo os diré que redacto estas líneas como si fueran las últimas de mi vida, tapada con una manta y muerta de miedo por los atronadores proyectiles que zumban por todas partes y a todas horas, con el objetivo de que sean leídas por los supervivientes de una hipotética guerra. Una guerra en la que te juegas el pescuezo cada vez que sales de casa: una guerra entre falleros, ganadores, y resignados habitantes, perdedores.

Siria

Valencia. O soviéticos celebrando su victoria en la Batalla de Berlín

Crimea

Falleros. U opositores prorrusos en Crimea

Una guerra diferente que cuenta con su parte positiva, porque irónicamente está repletita de belleza en cada esquina. No se puede negar que esos satíricos monumentos de colores tienen su rollo.

Los artistas falleros saben lo que se hacen, amigos

Los artistas falleros saben lo que se hacen

Ruido, caos, color y belleza a todas horas: la fiesta más loca de España.

Mascletà, o reunión de cinco minutos para escuchar pertardos

Mascletà en la Plaza del Ayuntamiento, o la reunión multitudinaria más breve del mundo para escuchar petardos

Como veis, he estado dándole vueltas a esto de las Fallas, lo que nos lleva a dos certeras conclusiones: la primera, y evidente, es que voy necesitando un trabajo; la segunda es tratar de arrojar algo de luz sobre nuestra naturaleza.

Tras días de sesudo análisis, creo que el destarifo valenciano, sobre el que tanto os burláis en vuestras reuniones dominicales, pero que a la vez amáis tórridamente en secreto, empezó aquel día en el que a un carpintero se le ocurrió sacar los trastos que le sobraban la víspera del día de San José para quemarlos ante la atónita mirada de sus vecinos.

La fiesta fallera fue nuestro primer asesinato. Después aprendimos a apretar el gatillo con la ligereza propia de Vic Mackey en The Shield.

La fiesta fallera fue nuestro primer peta. De ahí ya nos pasamos a la heroína y al crack.

La fiesta fallera fue nuestro “ponme un pacharán y un trozo de tarta, que total ya me he saltado el régimen” en la boda del hermano de tu novio. Una hora más tarde estás bailando el Chiki Chiki con tu suegro mientras te asimilas un gin tonic.

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Después de inventar las Fallas, en Valencia fue un aquí vale todo, señores.

No nos faltan ejemplos, queridos amigos, para afirmar que el valenciano tiene una facilidad fuera de lo normal en eso de perder los papeles. No por nada, Nicky, aquel transexual de Gran Hermano 6, buscaba los papeles de la paella como un loco. Son dos ideas, perder los papeles y paella (entiéndase paella como sinécdoque de Valencia) que son inseparables, como Jeremy Irons y Jeremy Irons en aquella película en la que eran inseparables.

Sí, confieso que el párrafo anterior sólo lo he escrito para poder poner este vídeo, pero es que me hace bastante gracia. Saltad al minuto 1:43.

Pero retomemos nuestra argumentación: damos inicio a esta mascletà literaria, llena de ejemplos que reforzarán la idea que os expongo y defiendo en esta tarde tan petarda. Empezaremos suavesito, mi amor, para acabar muy a tope. Por si fuera poco la simple intención de pasar un buen rato, quiero pensar que a partir de lo escrito conseguiré que nos entendáis como lo que realmente somos: simples afectados, juguetes rotos, de nuestra excesiva e impuesta fiesta patronal.

LA RUTA DEL BAKALAO

El tema de la Ruta ya cansa, lo sé.

Permitidme sólo lanzar esta última idea: ¿qué fue la Ruta del Bakalao, sino una extensión de la fiesta fallera? La Ruta no fue más que su hermana pequeña, una alborotada discípula, que aprende todos los trucos de la mayor y los eleva a su máxima expresión.

En vez de en la Plaza, la gente se reunía en Barraca

En vez de en la Plaza, la gente se reunía en Barraca

El triunfo de la música máquina en estas tierras radica en que los valencianos disfrutamos del ruido cual niños subidos al tiovivo: las sesiones en las discotecas no eran más que una mascletà de ocho horas, con sus intervalos de subidones y bajones.

El color lo añadían las luces de discoteca y la ingesta de mescalina.

¿Estamos o no estamos?

Entiendo que vuestro silencio es un sí. Sigamos, pues.

GANDIA SHORE

Cuando en MTV empezaron a valorar la adaptación del reality Jersey Shore, no tuve ninguna duda de que debía hacerse en la costa levantina.

Sabía que no me defraudarían

Sabía que no me defraudarían

Gandía Shore fue, en resumidas cuentas, el verano televisado de unos ruteros profesionales. No por nada llevamos transmitiendo la sabiduría festera  de generación en generación con el mismo cariño y dedicación que le ponemos al cultivo de la chufa o al cuidado de los naranjos.

Apuntemos que los protagonistas de Jersey Shore eran de diferentes sitios de Estados Unidos. No así los de Gandía. Cinco de sus ocho integrantes eran de por aquí, maldita sea.

LA CIUDAD DE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS y LOS GRANDES EVENTOS. 

Los valencianos somos un pueblo excesivamente sensible, por lo que nos fascina todo aquello que alegre nuestros sentidos. Entre los que tiene un papel importante la vista, claro.

Somos fans de todo aquello sea en esencia bello, grande y espectacular.

La Falla de Calatrava

¿Qué es La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia sino una gran falla, bonita y vistosa, pero hueca por dentro?

También los grandes eventos que hemos organizado y nos han empobrecido en los últimos años, como la Fórmula 1, la Copa América o la visita del Papa, tenían la única utilidad de animar nuestros sentidos y poder chulear de ello.

Es como echarse un novio buenorro al que paseas como si fuera un trofeo: alegra la vista y te permite fardar. «Sí, sí, es guapo, ¿verdad? Tengo golpes escondidos, soy lo más».

Por sus cojones toreros

MOLAMOS

Eventos y superconstrucciones que más allá de que sean llamativamente guays y generen un subidón transitorio, son del todo prescindibles. Como suele pasar también a veces con los tíos buenos. Y con las Fallas.

EL DINERO Y LA CORRUPCIÓN

El hecho de que nos gastemos millones de euros en monumentos falleros y los quememos tras exponerlos durante cinco días, sienta un precedente bastante claro que creo que invita a no valorar el dinero como deberíamos.

¿Que hay que ahorrar, dicen?

¿AHORRAR? ¿Qué es eso?

La relación del valenciano con el dinero es poco sana.

Y es que, históricamente, siempre ha habido mucha pasta en esta comunidad. La proporción de pijos que pasean por las calles es alarmante. Tanto, que la panoja ocupa un puesto importantísimo en el refranero popular, síntoma inequívoco de su trascendencia en nuestra idiosincrasia.

Os doy sólo algunos ejemplos, aunque hay muchos más:

* Amb diners, torrons: con dinero, se puede comprar de todo.

* Qui furta un ou, pot furtar un bou: quien roba un huevo, puede robar un toro. Vamos, que en el robar, todo es empezar

* Els diners i els collons, per a les ocasions. El dinero y los cojones, para las ocasiones. Si hay que gastar, se gasta.

* Salut i força al canut. El canut era donde se guardaba el dinero, así que salud y dinero.

* A cadascú lo d’ell, i a robar lo que se puga. A cada uno lo suyo y a robar lo que se pueda.

Unamos que al valenciano le gusta el dinero, al que dedica parte de su tiempo libre para regalarle simpáticas rimas, le gusta gastarlo y además ocupa un cargo público, por lo que puede disponer del mismo sin que ni siquiera sea suyo. Sí. Creo que esto arroja algo de luz a las noticias que salen día a día sobre el levante español.

Esa Ritaaa con su Camps en un Ferrari tó guapooo

Esa Ritaaa con su Camps en un Ferrari tó guapooo

Y siguiendo con la analogía fallera, que se nos ha quedado un poco corta en este apartado, en Valencia hay decenas de ninots indultats (esos muñecos falleros que se salvan de la quema). ¿Lo pilláis?

Uno de tantos

Uno de tantos

PERSONAJES FALLEROS

Y con este epígrafe, empieza la traca final de esta mascletà literaria. Hemos empezado poco a poco, y la cosa se acelera. Agárrense, que vienen curvas.

Hablaremos en este apartado de personajes falleros: todos están cortados por el mismo patrón: valencianos, excesivos, descontrolados y que sucumben a la hora de controlar sus instintos más básicos.

Como las Fallas, tienen su parte buena y su parte mala: algunos de ellos nos mostrarán lo elogiable de la fiesta, y por tanto de nuestra naturaleza; otros, su insensatez, también parte de lo que somos.

  • El CACHONDO de Lory Money OLA K ASE sólo podía terminar viviendo en Valencia

  • Falleros OUT OF CONTROL

Un thumbs up muy grande por todos ellos.

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Valencian beauty

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  • Calatrava

Valencia fue, cómo no, cuna del arquitecto más ostentoso e inútil del planeta.

Valencia fue cuna del arquitecto más ostentoso e inútil del planeta

  • Cristina Tárrega

Ridícula, estridente y enorme, Cristina es fallera sí o sí.

Ridícula, estridente y enorme, Cristina es fallera sí o sí.

Seguro que la que llama en este maravilloso vídeo también es de por aquí.

  • John Cobra

John Cobra alberga en su persona lo peorcito de las fallas y de lo valenciano, pero le agradeceremos toda la vida su  maravillosa actuación en Eurovisión.

John Cobra es de lo peorcito de las fallas, pero nos regaló un momento televisivo maravilloso.

  • Ylenia

Protagonista indiscutible de Gandía Shore, Ylenia es todo belleza e intensidad. Y por si esto fuera poco, nos regaló el instante más crudo de la televisión, al que logró sobreponerse mentalmente no sé cómo ni con qué efectivo método de autoayuda.

  • Carne de CALLEJEROS y de CUATRO

Se dice, se comenta, se rumorea, que cuando Cuatro tenía que ganar audiencia, encarrilaba dirección Valencia, donde sus reporteros encontraban fijo la sustancia que le faltaba al programa que estuvieran haciendo.

Todos ellos son nuestros, amigos. T-O-D-O-S.

Viva España, viva el rey, viva el orden y la ley:

Ídola pop:

¡La chica de la hormona y la mancha en el pelo también es nuestra!

Isabel y Vicenta, históricas vecinas valencianas:

Encontrar a esta mujer en el Cabañal, mi nuevo objetivo vital:

Vamos con el último de los casos, estruendo final que cierra esta traca redactada con cariño para vosotros. La protagonista del mismo es…. redoble de tambores:

RITA BARBERA, MUSA DEL HUMOR

RITA BARBERA, MUSA DE LOS VALENCIANOS

A veces seria y con mano de hierro, a veces ebria y perdiendo el norte, es sin duda el ejemplo máximo de que la fiesta josefina nos ha convertido en lo que somos: incluso ella, que debería encarnar con su buen hacer y templanza la imagen de nuestra ciudad, no puede evitar que a veces la fiesta se le vaya de las manos.

¡¡TA-CHÁN!!

¿Y qué conclusión sacamos de todo esto, aparte de que Las Fallas influyeron definitivamente en nuestra manera de ser? Pues no sé, pero creo que hemos pasado un buen rato. Y no deja de tener su gracia que nuestra personalidad derive de una fiesta, ¿no creéis? Es algo que no podríamos decir de los pueblos esquimales, los hutus o los picunches, por poner algunos ejemplos que me otorgan una razón inmediata por ser desconocidos para todos nosotros.

Por otro lado, admitámoslo, vuestras vidas serían muchísimo más aburridas si de repente nos diera por independizarnos y nos lleváramos nuestros petardeos y petardos a cualquier otra parte. Otra parte en la que nos recibirían, creo, con los brazos abiertos. Aunque eso habría que verlo.

Chimo Bayo nos habla de la Ruta del Bakalao

26 Feb
Antes y después

Chimo la vivió. Chimo la lió. Chimo tiene todas las respuestas.

Con motivo de la exposición valenciana Ídolos POP sobre la Ruta del Bakalao, entrevistamos a Chimo Bayo, quien nos hablará sobre la estigmatizada movida valenciana.

¿Fue TAN destroy como nos la pintaron?

Todas las respuestas, en el blog La Balconeta

Paco Telefunken y la unidad valenciana

29 Nov

De manera irónica, y seguramente con ojos desorbitados, el PP está asistiendo a las consecuencias de cerrar Canal 9, que no son otras que las de haber conseguido justamente lo que trataba de evitar, y lo que no ha logrado nadie en muchos años: unirnos como valencianos, en vez de acallarnos.

 

Multitudinaria manifestación contra el cierre del pasado 9 de noviembre

Multitudinaria manifestación contra el cierre del pasado 9 de noviembre

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Los últimos días y minutos de Canal 9 han sido todo un ejercicio de romanticismo; los últimos segundos, terroríficos y de una chapucería sin precedentes.

Un gesto emocionante por parte de los trabajadores que llega tarde, sí, pero que llega al fin y al cabo, y que, más importante todavía, ha provocado que los valencianos reaccionemos, saliendo a la calle para protestar contra el gobierno: un gobierno que ahora se tambalea, dando palos de ciego, con unas prisas y una superioridad que pone los pelos de punta y recuerda sistemas que son de todo menos democráticos.

Senyors de la Generalitat: la jugada no les ha podido salir peor. Probablemente creían que nos quedaríamos tranquilamente en casa, como hemos venido haciendo con las decenas de casos de corrupción, despilfarro y negligencia política que llevan restregándonos por la cara los últimos años. No les faltan motivos para hacerlo: es cierto que los valencianos somos en general un poco pasotas; tan pasotas que hasta tenemos una palabra para describirlo: meninfotisme. Más o menos traducible a: «me la pela lo que pase, mientras no me afecte». Pero creo que está demostrándose que hay algo que sí nos afecta y con lo no contaban, como en realidad no contábamos ya muchos de nosotros, empequeñecidos y derrotados como nos sentimos: y ese algo que nos importa no es otra cosa que la lengua, razón esencial por la que se aprobó la creación de Canal 9 por unanimidad hace 29 años. Una razón que se les escapó, porque simplemente es algo que no entienden: a la vista está  que no la hablan, ni la defienden, ni les importa.

Como en toda buena alegoría, Paco Telefunken ha resultado ser la imagen que necesitábamos para encender la última chispa que hará que todo vuele por los aires:

Paco Telefunken, un buen tío

Paco Telefunken, un buen tío

Paco Telefunken ha sido el héroe que veníamos necesitando: un valencianoparlante que se ha negado a cortar la señal, porque, queremos creer, entendía el significado de lo que iba a hacer: dejar a un pueblo sin el único medio de comunicación que tienen en valenciano. O puede que sólo se haya acojonado y le aterrara la idea de volver a su pueblo con esa carga a sus espaldas. Sea como fuere, el caso es que no lo ha hecho, pasándole el marrón a otro señor de pelo cano y mirada distante, que casualmente hablaba en castellano, y que, arropado por decenas de policías, ha acabado, sin despeinarse, con 24 años de emisión.

El cierre de Canal 9 ha sido la gota que ha colmado el vaso y la paciencia de los valencianos: demostrar tan a las claras, con tanta impunidad y arrogancia, que los valencianos, nuestra cultura y nuestra lengua les importan una mierda muy gorda, no les saldrá gratis.

Con este corte a negro, el PP ha firmado su sentencia de muerte en nuestra terreta. Tiempo al tiempo.

sin señal

Breaking Bad = Valencia

24 Nov

Los valencianos somos un pueblo orgulloso.

Sirva como ejemplo el traje y peinado regional de valenciana, confundido comúnmente con el de fallera: ropaje de un barroquismo hipnótico. Y claramente favorecedor.

¿Con cuál te quedas?

¡Ché, qué guapa!

No hay fallera fea

Subir esta foto me reserva un pase VIP en el infierno

Las falleras y sus solemnes galas serán sin duda el tema de alguna otra entrada. Hoy, amigos, abrazamos una misión mucho más significativa y ambiciosa que la de mofarnos de nuestras coquetas coterráneas. Hoy será el día en el que veamos con nuevos ojos la historia reciente de Valencia, y cambiemos la inmediata. Hoy será el día en el que dejemos de ser la comunidad de la que todo el mundo se cachondea; hoy España nos mirará con ojos desconcertados, cual hermano mayor al pequeño, mientras se hincha de gozo al ver que su tartamudez no le impide ganar un concurso de lectura; hoy nos mearemos en la deuda externa, el cierre de Canal 9, los trajes de Camps y la lotería de Fabra. Hoy recuperaremos nuestro malherido orgullo valenciano y saldremos a celebrarlo con toneladas de masclets por las calles.

“Nana, qué ambiciosa”, pensaréis haciendo uso de nuestra osada jerga, mientras disimuláis una condescendiente sonrisita desde vuestra silla plegable de Ikea.  Puede, amigos. Y también puede que a Martin Luther King le tacharan de lo mismo; puede, queridos lectores, que las amigas paquistaníes de Malala entonaran esa misma risita cuando les contó emocionada que lucharía por los derechos de las mujeres de su país.

Valencianos: para modificar el descarriado rumbo que está tomando nuestra terreta, sólo hace falta repasar con nuevos y atentos ojos nuestra célebre historia ochentera. Y después ver Breaking Bad (momento de apuntar que en esta entrada no hay spoilers de la serie, más allá de lo que todos podáis saber sobre la premisa):

Todos somos un poco peores desde que terminó

Todos estamos un poco más de bajón desde que terminó

Creo que las matemáticas se hacen solas; sólo por si alguno de mis lectores se acaba de despertar resacoso y anda un poco atontado, lo aclararemos con una contundente sentencia:  Valencia, con su Ruta del Bakalao, inspiró la serie de Breaking Bad.

Ésa es mi tesis, que defenderé hasta la muerte. No obstante, como sé que esto del internet da lugar en ocasiones a teorías conspiratorias poco fundamentadas, procedo a argumentarla con la precisión de María Patiño cada vez que abre la boca, esgrimiendo una serie de coincidencias inapelables que conseguirán devolveros la confianza en nuestro pueblo. Las llevaremos de menos a más, de más discutibles a irrefutables, como una mascletà bien armada, con su traca final y todo.

Allá vamos, pues. Dadme la mano y seguidme, amigos: cambiemos la historia valenciana, y del audiovisual, juntos.

1)      Valencia y Alburquerque, ciudades hermanas

Casi. Pero casi, CASI, ¿eh?

Valencia y Alburquerque presentan una latitud muy similar. Si bien es cierto que trazando una línea recta desde Alburquerque hasta España nos toparíamos con Elche, también es verdad que Elche y Valencia son ciudades gemelas. Las mismas cerdas que te encuentras en un lugar, presentan personajes análogos en el otro. ¿Por qué? Porque estas tres ciudades están unidas por lazos más fuertes que el de la sangre, o el de la división territorial: y ése es el del calorcito.

Zonas soleadas la mayor parte del año, sabe Dios que en estos paralelos el buen tiempo incita a trabajar lo justo y a pasar la mayor parte del día en la calle.  Tierra de simpáticos vagos que se van buscando los cacahuetes como pueden, el clima ha sido un factor decisivo tanto en los inicios de la Ruta como en la formación de los caracteres de muchos de los protagonistas de la serie. No tanto el caso de Walter, pero claramente el de Saul, Jesse y su séquito de amigos remolones.

Y todos sabemos que sin personajes tan ilicitanos/valencianos como los de Saul o Jesse no habría serie.

¡Ay, Jesse!

2)      Una droga ÚNICA

La Ruta del Bakalao empezó por muchos factores, pero hubo uno indiscutible que ayudo a atraer la atención de los valencianos cual panda de gorditos al Dunkin’ Donuts, hacinándolos por tres intensos días en discotecas poco ventiladas: ese factor fue la mescalina: una nueva droga que salió de la nada en los inicios de la movida valenciana, en 1983, y que según nos comentan con ojos vidriosos algunas fuentes cercanas, fue la mejor droga que haya existido JAMÁS.

Una droga que, tal como llegó, se fue: desapareció sin previo aviso a los cinco años, en las Navidades, fíjate si les jodió que se acuerdan perfectamente, de 1988, dejando la fiesta en alto, y sus cuerpos josefinos con el mayor de los bajones.Vendida en cápsulas verdes y rojas, siempre en ese mismo formato, al parecer contenían una insuperable combinación de MDA (similar al MDMA, pero menos tóxico) y cafeína, divina conjunción que permitía mantener un subidón amoroso que duraba días. Valencia, en los primeros años de la Ruta, fue un hervidero de amor, y por eso triunfó.

Dos golositos prodigios de la química

Dos golositos prodigios de la química

La cosa empieza a ponerse seria, amigos. La analogía no puede ser más clara: la droga perfecta, cinco años, cinco temporadas.

3)      EL HEISENBERG VALENCIANO

Como en todo buen mito, circulan muchos rumores sobre la desaparición de aquel portento de la química, pero lo cierto es que nadie sabe con exactitud qué pasó. Algunas teorías apuntan a que fue desbancada por el speed, una droga más barata y que permitía, a su vez, aguantar maratonianas jornadas de música máquina. Dejadme dudarlo: conociendo un poco nuestra desmelenada naturaleza, no creo que ningún rutero se drogara con algo peor por el simple hecho de ahorrarse unos cuartos. ¡Sabe Dios que los valencianos sabemos cómo y en qué gastarnos el dinero!

Otras teorías, basadas en el invariable formato y calidad que presentó la mescalina durante sus cinco años de vida, apuntan a que era obra de un solo hombre, que decidió, sabiamente, retirarse cuando hizo suficiente caja. O puede que tuviera otro final más amargo. Quién sabe, quién sabe… quedémonos, ya que podemos elegir, con el final feliz.

Heisentín, hasta la polla de hacer mescas, no olvida sus raíces valencianas y se pira a las Bahamas

Heisentín, hasta la polla de hacer mescas pero sin olvidar sus raíces valencianas, se pira a las Bahamas, donde monta un animado chiringuito

Me gusta imaginármelo así. Mi hermano ha logrado plasmarlo a la perfección con un programa que se llama Photoshop.

Creo.

4)      DOS TEMAZOS

Las sobresalientes bondades de la mescalina y de la fórmula magistral de Walter White inspiraron sendas canciones. En España se pudo disfrutar del tema «Mescalina» compuesta por el grupo catalán Los Rebeldes, que, disfrazándolo de un rollo de una noche, no se cortaron un pelo admitiendo que la habían probado en «la luna de Valencia», que no era «como las demás» y que les había «vuelto locos»: todo un canto al hedonismo.

El tema de la serie es «Azul y Negro», compuesto en formato de narcocorrido por el grupo mexicano Los Cuates de Sinaloa, y en el que también se entonan alabanzas al producto: «dicen que es color azul, y que es pura calidad».

Por si esto fuera poco, aquí tenéis a los grupos:

Los integrantes, aun separándoles continentes, son parecidos

Los integrantes, aun separándoles treinta años y un océano, guardan un parecido estremecedor

Amigo Vince, se nos empieza a ver BASTANTE EL PLUMERO.

Pero pasemos a la joya de la corona:

5)    LOS POLLOS VALENCIANOS

Jarl

Jarl

Amigo Roig, no me demandes, por favor

JARL

Dos hombres. Dos miradas. Dos sonrisas. Dos casos dignos de ser diseccionados en las escuelas de empresariales. Dos genios capaces de crear un imperio de LA NADA.

Desde que realicé este descubrimiento, me encuentro renqueando anímicamente entre dos abismos infinitos. Por un lado, y además de risa, claro, la contemplación de estas fotos me produce una sensación entre la perplejidad y el miedo más absoluto; por otro, me devuelven, años después, el entusiasmo de la adolescente que algún día fui: saber que uno de los mejores personajes televisivos de la historia sigue, y aunque sea con cierta dosis de imaginación, todavía entre nosotros, me lleva a enredarme en una espiral ansiosa de enrevesadas tramas y subtramas, de las que sólo soy capaz de salir cuando pillo el carro y me voy a comprar, desquiciada, productos Hacendado.

Y con esta prueba irrefutable, que auguro nos hará ricos, valencianos, o a mí muy pobre si deciden demandarme, cierro mi aplastante argumentación y procedo a despedirme con una estudiada a la par que elegante reverencia , aunque no sin antes añadir dos cositas:

– Fanáticos de la mejor serie de todos los tiempos: besad allá por donde pise un valenciano. Menos pitorreos con nuestras corrupciones: los tejemanejes que nos traemos con empresas privadas no son asunto vuestro; además sabéis que son puras migajas si lo comparamos con haber sido el germen, la semilla, el embrión a partir del cual se creó la serie que ha llenado de forma insuperable horas y horas de vuestras vacías vidas.

– AMC o SONY PICTURES, abonadnos derechos de autor, maldita sea. Con ellos  haremos borrón y cuenta nueva: pagaremos nuestra deuda externa, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el aeropuerto de Castellón, la Fórmula 1, la Copa América, salvaremos Canal 9 y, con los números claros y las energías renovadas, ya estaremos listos para vivir, de nuevo, muy por encima de nuestras posibilidades.

I’m OK!

8 Jul
Cual Zoe en Death Proof, sigo viva

Cual Zoe en Death Proof, sigo viva

A todos los que me habéis mandado correos preocupándoos por mi repentina desaparición: ¡gracias!

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos las caras en este blog… pero al parecer, y por desgracia, no el suficiente para que el despropósito dominical de Qué tiempo tan feliz haya dejado de emitirse en Telecinco.

Sí, amigos, estoy al día de la televisión nacional y es que… ¡he vuelto!

Quiero tranquilizar a mis lectores más mileniaristas (aunque vaya a llegarrrr), y es que no me ha pasado nada malo. No he sido violado por cinco latinos, no estoy embarazada, ni me han intentado secuestrar en Cabo de la Vela. Aunque reconozco que inventarme una truculenta historia de tráfico de órganos era uno de mis comebacks preferidos – otro era seguir posteando cómodamente desde Valencia, poniéndome ciega a horchata y fartons, como si siguiera allí -. Pero al final ha prevalecido la cordura, y he decidido contar la verdad, que no es otra que llegó un momento en que el viaje se acabó, porque cada vez pensaba más en volver. Un día echaban Annie por la tele, y me di cuenta de que me moría de ganas de verla con mis sobrinos.

Y cuando ves Annie y te emocionas con el número final, ya no hay marcha atrás. It’s time.

I don't need anything but you!

I don’t need anything but you!

Volví como creo que debería terminar todo gran viaje: de sorpresa. Los nervios del regreso me los tenía que comer solita – o casi, porque conté con algún que otro maravilloso aliado -.

Desde entonces he estado aterrizando y sobre todo con dudas de si seguir con el blog o no. Una vez terminado el viaje, puede que pierda cierto sentido. Pero la verdad es que aún tengo mucho que contar y sobre todo ganas de hacerlo. Y éstos son los Diarios de una mamarracha, ¿NO?

Pues eso.

A falta de contaros más cosas que me pasaron por allí, os pongo un poco al día de mi nueva y bella vida valenciana:

–          En la ciudad que me vió nacer, tengo el mejor pisito en años: la casa de mis padres. Se han ido al pueblo y tengo tantos metros cuadrados que no sé ni por dónde empezar.

–          Mis sobrinos están muy guapos y me quieren bastante, a pesar de haberles abandonado durante un buen tiempo.

–          Mis hermanos se han alegrado mucho de mi vuelta y me han puesto a currar nada más llegar.

–          Estoy muy de season finale: ayer fue Alaska & Mario 3, que imagino que todos habréis visto, y hoy le toca el turno a Un príncipe para Corina. Ni guapos, ni nerds, ni simpáticos, ni únicos. A mí la que me pone es ELLA.

–          Siguiendo con el lesbianismo, me he cortado el pelo casi rapado por detrás, largo por delante. Soy como una fusión de las etapas de Maggie en el cómic Locas: de su etapa punk buenorra luzco el corte; de las últimas, su voluptuosidad.

–          Creo que he madurado: el sábado fui a una boda con tacones y barra libre, y no sólo no me caí, sino que supe llevarlo con bastante soltura.

–          Aunque parezca mentira, me pongo colorada cuando Bretón me mira.

–          Envalentonada por Annie, en septiembre me voy a apuntar a claqué y pienso meter los pasitos que vaya aprendiendo siempre que tenga ocasión. A poder ser, sin venir a cuento, esperando que todo el mundo me siga en un musical sin fin.

El blog no ha acabado, amigos. Aún queda mucho que contar. Además, estoy un poco “Artemis busca su sitio” y con varias ideas en la cabeza. Así que todo apunta a que será divertido.

Palabra de mamarracha.

La Mitad del Mundo. La de mentira y la de verdad

7 May

Estar en Ecuador y no ir a ver la Mitad del Mundo es casi como visitar Valencia y no comerse una paella en la playa. De pollo, conejo y verduras, claro, no esas aberraciones culinarias que tienen por bien meter en la cazuela lo primero que se pilla en la despensa.

Así que un día que amaneció soleado – el tiempo en Quito es una lotería – no me lo pensé dos veces y me lancé para allá. El monumento en cuestión está a trece quilómetros y medio de la capital, y tras una excursión en autobús de una hora, quedas a las puertas de lo que, en un primer momento, pensé era la mitad del mundo de verdad: una pequeña ciudad con una raya en medio que separa los dos hemisferios, equidistantes desde este punto. Dentro de la ciudad, que nada tiene que envidiarle a Terra Mítica, hay de todo: un colosal monumento con una bola del mundo en su cúspide, museos, restaurantes y una plaza donde jóvenes bailarines regionales amenizan las cansadas almas, y piernas, de los visitantes.

Señor... ¡que esas manos van al pan!

Señor relajándose viendo a jóvenes bailar

Yo llegué bastante entusiasmada. ¡Estaba en la Mitad del Mundo! Ahora entendía a mi padre, que siempre que pasábamos por el meridiano de Greenwich en la autopista de Zaragoza, anunciaba: “Mirad todos, ¡que vamos a pasar el meridiano de Greenwich!”. A lo que el resto de la familia contestaba con un tímido aaaajá. Hasta que por fin, un día, alguien se armó de valor y le preguntó qué era eso.

Como el saber no ocupa lugar, antes muerta que permitir que os pase lo mismo y desconozcáis la historia de esta raya pintada en el suelo. Hoy vamos a aprender cómo se llegó a trazarla. Vamos a ponernos un poco serios, amigos, que hay tiempo para todo:

La verdadera forma y dimensiones de la tierra ha traído de cabeza a numerosos pensadores y filósofos. Desde hace mucho.

Seguro pensaba en esto

¿Cómo será, dios mío? ¿CÓMO SERÁ?

En un principio se creía que era redonda, como una esfera, pero Newton empezó a avisar que eso podía no ser del todo cierto. Tras un experimento en el que hizo girar a gran velocidad un elemento viscoso dentro de otro líquido, defendió que, debido a las leyes de gravitación y de la fuerza centrífuga, los polos de la tierra debían de ser aplanados. Y por tanto, el centro de la misma, ensanchado. Pero no bastaba con decirlo, claro, aunque fuera de manera enérgica: había que demostrarlo empíricamente. Y para ello había que medir. Y medir, y medir…

Con este panorama, en 1732 se creó una Comisión Científica llamada Misión Geodésica formada por los franceses Bouguer, Godin y La Condomine, quienes se pusieron manos a la obra para comprobar la forma real de la Tierra. Para ello decidieron encaminarse a Ecuador, pues, entre las zonas aptas para llevar a cabo la investigación, era la más segura y civilizada. Por aquel entonces, esta región era colonia española, por lo que tuvieron que pedir permiso al Rey Felipe V para penetrar en sus tierras. Fue concedido, con la condición de que les acompañaran dos ilustres científicos patrios: Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes en un principio fueron más que nada para vigilar a los franceses, pero que terminaron siendo parte esencial de la investigación.

Como antes las cosas iban lentas, que no era un cachondeo como ahora, que cuanto más acelero, más calentito me pongo, esta Misión Geodésica no llegó a Quito hasta 1736. Poquito a poco, tras tres años de trabajo, en 1739, el número de mediciones en los arcos del meridiano fue suficiente para sacar una conclusión clara: la tierra era un geoide achatado por los Polos. Newton tenía razón.

Además de esta importantísima conclusión, la expedición también fue clave para marcar la latitud cero, denominar a la región las “Tierras del Ecuador” – más  adelante, Ecuador -, y realizar numerosos estudios antropológicos, sociales y culturales de la zona.

¡Nunca os acostaréis sin saber nada nuevo, amigos!

Total, que ahí estaba yo, empapándome de geografía para amueblar un poquito vuestras destartaladas cabezas… y dándome merecidos descansos haciendo fotos de gente que se hace fotos en la Mitad del Mundo:

Ésta era un poco la pose ganadora. La Pisa latina

El mundo en sus manos era la pose ganadora. #lapisaecuatoriana

Esos segundos entre que posas y te hacen la foto

Sexy bitches

El mundo en sus manos

Ese chino se coló

"¿Nos podemos ir a casa YA?"

«¿Nos podemos ir a casa YA?»

Era la pose de parturienta o hacer el moonwalker... no sé por qué elegí la primera

Me debatí entre la parturienta animosa o hacer el moonwalker.

En la Mitad del Mundo también hay un Planetario, una sala de exposiciones, un museo etnográfico del país y un Insectarium. En este último estuve exactamente medio minuto, lo que tardé en ver esta caja VACÍA, que en algún momento albergó una tarántula.

Esta niña seguro que tuvo algo que ver

Esta niña tuvo algo que ver fijo

Y ésta es la historia de la línea ecuatorial.

La de mentira.

Porque tanto que midieron, midieron mal: la de verdad, comprobada con GPS, se encuentra  en un pequeño museo llamado Inti-ñan, poco anunciado y señalizado, a unos 300 metros al norte.

O quién sabe, igual la tierra, como las personas, se ha ensanchado un poco con los años…

Ésta sí que sí

Ésta sí que sí

Éste es el museo bueno, donde además hay una encantadora guía que te explica la importancia de estar donde estás mediante una serie de increíbles experimentos:

1)      AGUA

¿Sabían Ustedes que el agua en el Ecuador el agua no rota, como lo hace en los Hemisferios Norte y Sur? Si abres un grifo en la misma línea, cae de golpe.

2)      HUEVO

¿Sabían Ustedes que un huevo, con un poco de mañana, se queda parado en la línea del Ecuador? Es porque, al igual que el agua, la yema del huevo cae recta.

3)      FUERZA

¿Sabían Ustedes que en el Ecuador se es más como Natalie Portman? Es decir, ¿delgada y débil? Esto es porque se tiene mucha menos fuerza y se pesa un kilo menos – la cara no cambia, amigas -.

4)      EQUILIBRIO

¿Sabían Ustedes que en la línea ecuatorial se está siempre como borracho y no se puede conservar el equilibrio? Es porque las fuerzas en este punto se anulan, se oye peor y se camina mal.

En resumen, que es una excursión la mar de maja en la que te aireas, aprendes y haces fotos de gente que se hace fotos. ¿Cómo perdérselo?

Como diría un valenciano: no se trata sólo de una raya. Forma parte de la historia y la cultura de un país.

Y ESO lo es TODO, amigos.

El día que sobreviví a una limpieza dental en Colombia

18 Abr

Hola amigos, hoy vamos a dejar el optimismo a un lado.

Hoy vengo a conectar con mis lectores más decaídos, que sé que disfrutarán como niños con esta historia.

Y también vengo a daros un consejo: nunca, nunca jamás, ni aunque os paguen dinero, que por otro lado es bastante improbable, os hagáis una limpieza bucal en Sudamérica. NUNCA. Y generalizo porque, teniendo en cuenta que Colombia es uno de los países más avanzados del continente, me permito hacer extensible, sin dubitaciones, esta dolorosa moraleja al resto de sus vecinos.

Todo empezó una tarde de marzo, en Duitama, una pequeña ciudad del interior del país en la que pasaba poca cosa hasta que vio nacer a Javier. Estábamos con su madre, que muy sabiamente le alentó a hacerse todos los chequeos médicos del mundo antes de partir a Ecuador. Entre ellos, estaba ir al dentista y hacerse una limpieza dental.

“Es una dentista muy buena y que no cobra caro”, dijo su madre.

“¡Venga, nena!”, pensé. “Vamos a ser un poco responsables con la salud dental, que sólo tenemos un juego de piños en la vida, ¿eh?”.

“Pídame a mí también sita”, le comenté, sin cavilación alguna, y orgullosa de mi juiciosa decisión.

En mi cabeza la cosa iba a ser un poco así. Así de todo, de limpio y de buenorra

En mi cabeza la cosa iba a ser un poco así. Así de todo, de limpio y de buenorra

La sita fue para al día siguiente a las diez de la mañana.

Me desperté relajada y sintiéndome bien por ir a cumplir con mi deber como persona decente que soy, y hasta con cierto entusiasmo por limpiar al fin la mierda que se había solidificado entre mis dientes tras largos meses de tacos, arepas y empanadas.

Llegamos a la consulta, que venía a ser un cuartucho con dos muros que la separaban de otros colegas médicos. La dentista era la típica señora regordeta y parlanchina que quiere caerte bien hablando de mil tonterías, sin darse cuenta de que es una táctica inútil: jamás seremos amigas, simplemente porque has elegido ser dentista. Jamás serás un imán social, porque entre todas las profesiones del mundo, has elegido una que se basa en hacer daño, mucho daño, a la gente. Podrás tener mi sarro dental, mis muelas, pero nunca mi amistad; aunque inventes el mejor chiste del mundo, imites a Chiquito mientras me enjuago la boca o juegues a hacer eso de que bajas una escalera imaginaria tras un murete. Y que objetivamente me hace gracia. Si lo haces tú, juro escupirte con toda la fuerza que pueda, proyectando mi saliva ensangrentada, tras tus dolorosos tejemanejes, directamente a tus ojos.

TOTAL. Que de primeras no me cayó bien.

“¿Por quién empesamos?”, preguntó.

“Pues creo que por mí, que tendrás más trabajo”, le dije así como bonica. Porque la odiaba, pero con una sonrisa, rezando por me tratara todo lo bien que pueda tratarte un dentista.

“¿Si? ¿Y eso por qué? ¿Fumas? ¿Bebes café, o vino tinto?”, me preguntó.

“Mogollón de todo eso”, le contesté.

“Uhmm…”, sonrió, enseñándome una dentadura perfecta, creo que a modo de mofa. “Siéntate”

Me siento y me enfrento a esos eternos y duros segundos previos a abrir tu boca y mostrar todas tus miserias. Algo similar a lo que debe de ser ponerse en bragas frente a Natalie Portman. Esos segundos en los que te sientes desnuda y desvalida, y clamas al cielo para que te haya tocado una idílica dentista maja. Que no existe, claro.

“¡Madre mía! ¿Cuánto hace que no te haces una limpieza?”, me comenta, sin demostrar la más mínima sensibilidad hacia mis tragaderas.

“Pues señora, un año, cuando salí de España”.

“¿Seguro?”, continúa esa horrible mujer, sonriendo de nuevo y deslumbrándome con sus níveos dientes de revista.

“SI, claro que seguro”, le contesto, tajante.

“Hmmmm… Por lo menos no tienes caries. Aunque el empaste de esta muela de aquí está hecho en bloque, no es que se esmeraran mucho”.

“Pues me lo cobraron bien, ¿sabe? Bueno, ¿qué? ¿Empezamos?”.

Madre mía que si empezamos.

Estoy en la silla, de bastante mala leche ya, esperando oír ese horrible sonido del instrumento que usan los dentistas para quitar los cálculos, que es eléctrico, pero indoloro; su único dolor reside en el miedo infundado de que te vaya a cortar en cualquier momento.

Silencio. No oiga nada. Sólo el pitido de los coches en la calle.

Sin previo aviso, coge un palito metálico curvado y fino, que en España sólo usan para enseñarte algo en el espejo, y lo zambulle con determinación entre el hueco de dos de mis dientes inferiores, ahondando en las encías, y tira a presión, y con tesón, hacia arriba. Yo flipo. Al principio creo que simplemente está analizando el terreno, viendo a qué se enfrenta, pero a los cinco minutos me doy cuenta de que no. De que esa limpieza bucal va a ser ASÍ durante la siguiente hora, juro que la más larga de mi vida. A sangre, dolor y lágrimas. A veces, y aun me hace daño al recordarlo, lo hinca tan fuerte y profundo que tiene que levantarse para hacer más fuerza y sacarlo.

Pienso en dirty piñetitos, y le entiendo. De pronto comprendo el motivo por el que nunca visitó un dentista en México. Estoy con él y sus piños. A veces es mejor dejarlos como están. Y a quién no le guste, que no mire.

Pero sigamos. No contenta con estar haciéndome más daño que nadie en mi vida, decide que es el momento perfecto para sacarme conversación, cuando la cosa está un poco así:

Y así fue la cosa. Dentista en Latinoamérica NO.

Tal cual. Dentista en Latinoamérica NO.

“¿Y a qué te dedicas?”

No respondo. En parte porque no quiero y en parte porque no le termino de prestar atención; en ese momento mi mente está ocupada imaginando terribles venganzas, entre las que destacan morderle un moflete, como De Niro a la loquita en el Cabo del Miedo, y reírme de ella con un pedazo de su carne en mi boca, mientras saboreo la dulce unión de nuestras sangres.

Ah, y bueno, tampoco contesto porque, amigos dentistas, NO SE PUEDE HABLAR CON LA BOCA ABIERTA.

“A ver si te me vas a desangrar…  Hay que usar más el hilo dental, ¿eh?

ZORRA.

Desde aquí mi profundo odio a los dentistas. Primero por lo obvio: dolor y dinero. Pero sobre todo por intentar ser simpáticos y segundos después hacerte sentir el ser más sucio del planeta, metiéndose con tu boca de la manera más cruel e inhumana que existe, para más tarde darte conversación cuando es obvio que no puedes hablar y hacerte sentir, además, subnormal.

QUE ALGUIEN LOS PARE, POR FAVOR.

BASTA YA, HOMBRE.

BASTA YA.

Puesta al día: llegada a Ecuador

2 Abr

Esta entrada hay que leerla con su respectiva banda sonora, amigos. Además de escuchar buena música, conseguirá poneros a tope, y puede que hasta quizá freguéis a buen ritmo los platos que esperan ansiosos, en la cocina de vuestras casas, la duchita caliente propia de la loza:

¿Ya le habéis dado? ¿No? Venga, va, no seáis así.

Es parte de la entrada.

Hasta diría que cosas como ésta son parte de LA VIDA. ¿Cuándo será la próxima vez que podáis leer una entrada de ECUADOR escuchando un tema que se llama ECUADOR?

Tras este argumento, ahora sí: dadme vuestra mano, vámonos al viaje para buscar los sonidos mágicos.

—————————————————————————————-

Aunque probablemente no lo hayáis notado, durante toda mi convincente exposición de arriba he estado hablando en ecuatoriano, que así leído no se nota, pero oído es muy gracioso: hablan con un soniquete agudo, como pequeños duendecillos rogándote amistad. De momento, esto es lo que os puedo contar de Ecuador. Eso, y que tras mi paso por Colombia, vuelvo a estar buena.  Si queréis, ya podéis parar a Sash, porque estos son los dos únicos datos que he recabado en mi semana ecuatoriana.

¿Y por qué nos cuentas tan pocas cosas, mamarracha? ¿Dónde quedó esa Arti analítica  y profunda de las entradas mexicanas y colombianas? Sigo siendo tope profunda, amigos, no os creáis que este viaje me ha vuelto una superficial de mierda. Ahora leo poesía y movidas tochas, entre las que incluyo La sombra del viento en ALEMÁN. Que se llama Der Schatten des Windes, claro.

Sin embargo, el tono del viaje ha cambiado. Yo no puedo permitirme estar siempre de paseo, así que a partir de ahora el rollo será viajar trabajando, por lo que mis conocimientos turísticos imagino que se verán mermados. De momento, como he estado buscando trabajo y piso, no os puedo contar casi nada de Quito, salvo que es chiquito, no hay mosquitos y supongo que también menos periquito que en Colombia.

Viajar trabajando mola, porque te pasan cosas mucho más guays que estando tirada a la bartola. Y a pesar de lo que podáis pensar, me gusta sentirme útil y hacer las cosas bien. Y que me dan panoja por ello, claro.

Pero a ver, a ver, a ver… ¿y qué pasa con Colombia, mamarracha? ¿No había un riesgo de que te quisieras quedar o no sé qué?

Colombia mola, y aun he de contaros más cosas de allí – Medellín y Pablo Escobar, por ejemplo -, pero sin duda uno de sus GRANDES puntos en contra es que es un país caro para ser Latinoamérica, al nivel casi español, en cuanto a arriendos y supermercado se refiere, mientras que los sueldos no dejan de ser latinos. En Colombia hay graves problemas por este tema: la gente mira hasta el último centavo, porque el sueldo no les da para vivir – entendamos vivir como poderte ir a tomar unas cervezas con los amigos también-.

Y eso, amigos, para mí no es vida. Al menos, una vida a la que de momento aun puedo renunciar.  Demasiados años he pasado ya siendo ordenada, haciendo lo que se esperaba de mí y manteniéndome solita. Así que, en un ataque de rebeldía, con su consiguiente ataque de ansiedad, decidí que por ahí no pasaba, que me llevaba un trocito del país – a Javier – y seguíamos viajando y trabajando, conociendo cómo está la cosa en otros sitios, donde, todo indicaba, el nivel de vida sería más asequible. Y no nos equivocamos.

Con ésas, nos vinimos a Ecuador.

¡ECUADOORRRR!

Aquí, con lo que ganas puedes hacer cosas, incluso ahorrar, siempre que lleves una vida ordenada. Y la buena noticia es que los dos hemos conseguido trabajo en tres días, gracias a un contacto que me pasó mi amiga Xiana: Javi está como cocinero en dos restaurantes y yo como mesera – esta vez de las buenas, de las que no tienen que hacer felaciones – en un asiático al que van clientes extranjeros y dejan grandes propinas. Yo trabajo tres días a la semana y con lo que gano me mantengo bien, además de tener tiempo libre para hacer mis cosas. ¿Y qué cosas son ésas, mamarracha? Aaaaah, pues mis cosas. Si van saliendo, no os preocupéis que ya os daré por saco y os enteraréis.

El restaurante donde estoy es una especie de Cheers, con una barra cuadrada y cerrada en la que se sientan todos los clientes habituales: irlandeses, australianos, canadienses, escoceses, ingleses, americanos… De todo. Así que estoy haciendo un oído que ni Beethoven, además de practicar mi inglés y aprender a sonreír como una pequeña zorrita para sacar más propinas – ahora entiendo más que nunca a las travestis y la fina línea que separa a la camarera de la prostituta -.

En mi primer día de trabajo, llegó un motero americano, que era igualito a Tig de Sons of Anarchy, pero más mayor.

Si no me llevo más hostias es porque soy mujer

Si no me llevo más hostias es porque soy mujer

Entre el entusiasmo que tenía por empezar a trabajar y ver a un verdadero motero tranquilo, toro salvaje, me senté a su lado y empecé a decirle que era muy fan de Sons of Anarchy y le pregunté si la vida de los moteros era así.

A tope.

Punto y aparte.

Lo sé. Y no entiendo por qué lo hice. Creo que eran los nervios de conocer a un real biker. Unido a que cuando estoy nerviosa parezco subnormal.

Como no podía ser de otra manera, el pobre señor se me cerró en banda. Me dijo que algunos clubes actuaban al margen de la ley, pero que no era su caso. Se hizo un silencio muy tenso, durante el cual pensé “¿me vas a matar? porque seguro que has matado a alguien, transportado armas o cocaína, o las tres cosas a la vez…”, le sonreí, maldije a Kurt Sutter y le ofrecí otra cerveza. El señor me dijo que no, que le diera la cuenta.

No tips this time.

De momento así están las cosas por aquí, haciendo amigos nuevamente. Pero esta vez muy contenta, con trabajo, casa y nuevos proyectos en mente.

¡Seguiremos informando!

‘Blablabla blablabla… The Canyons’, Paul Schrader

20 Mar
Paul Schrader, emocionaíco perdido antes de empezar su charla

Paul Schrader, emocionaíco antes de empezar su charla

Que Paul Schrader es un maestro del guión lo sabemos todos.

Que tiene la cara muy dura, yo no lo sabía hasta el otro día y ahora lo sabréis vosotros.

No aprendí nada de escritura audiovisual; aun así, trataré de narrar la historia como si se tratara de un guión fallidamente estructurado, con el objetivo de no centrarme sólo en vomitar una furiosa invectiva contra su persona.

Leed, amigos. Y, después, os invito a dedicar unos segundos para meditar sobre el bien y el mal.

PD: Harvey, el bien. Paul, el mal.


PLANTEAMIENTO

INT. SALA DE PRENSA DEL FESTIVAL DE CARTAGENA. DIA

Paul Schrader, conocido guionista de películas tales 
como Taxi Driver o Toro Salvaje, y director de 
Aflicción o Auto Focus, llega a la sala de prensa del 
Festival de Cartagena para dar una clase magistral de 
guión.

Observándole en la distancia, se le nota que es un 
tipo duro de pelar. Su mujer siempre en casa, loca por 
amar, y él de gestos y trato rudo, sin sonreír así le 
maten: mira a los asistentes con cierto tedio, ignora 
los apuntes que educadamente le da el organizador 
del festival y no para de hacer las muecas propias 
de un niño que no quiere comer.

Yo aun así pienso: “¡Ay, Paul! Menudo genio tienes… 
¡estás hecho un genio geniudo!”. Y me río un poco.

Al instante me doy cuenta de que no ha tenido ni puta 
gracia. Intento recordar si lo he dicho en alto, pero 
juraría que no. 

Me siento como el viejo de Community. Me 
doy tanta ternura que me quiero abrazar muy fuerte.

Primer punto de giro: 

El guionista saluda y empieza la charla pronunciando 
una frase que le dará un inesperado giro a los 
acontecimientos: “Supongo que podría hablarles de 
guiones, pero es difícil hacerlo en la actualidad, 
pues estamos asistiendo a un cambio en la definición 
de película”.  

Sin duda, una rotunda declaración de intenciones 
que estremece a más de un asistente, ansioso por 
encontrar en sus palabras el impulso definitivo para 
terminar el guión que languidece en el cajón de 
su escritorio. 

“Ay, Paul, qué cosas tienes… ¿con qué nos vas a 
salir ahora?”, pienso. Bueno, en mi cabeza digo ahorita, 
pero me da cierta vergüenza admitirlo, así de 
primeras. 

NUDO

Con este cambio empieza el nudo de la trama, 
cuerpo principal de lo que sería su insufrible 
clase – que yo aún creía magistral -. 

No voy a alargarme demasiado en lo que en ella se 
dijo, porque creo que con un breve resumen tendréis 
más que suficiente: Paul Schrader no hablaría 
de su experiencia como guionista, ni de tramas, 
subtramas o construcción de personajes. 

No lo hizo, porque no le dio la gana. 

Pero puso las siguientes excusas: 

- No podemos hablar de guión clásico porque 
2013 es el nuevo 1913 y todo está empezando
de nuevo: la manera en que se producen, 
promocionan y distribuyen las películas. 

- No podemos hablar de guión clásico porque 
en estos tiempos hay una crisis de forma. 
Cuando él empezó había una crisis de contenido. 

- No podemos hablar de guión clásico porque 
actualmente ni siquiera sabemos qué es una película: 
¿son los vídeos de youtube películas? 

- No podemos hablar de guión clásico porque 
ahora todo el mundo puede ser director: sólo 
basta con tener una cámara y talento. El dirigir 
se aproxima cada vez más al arte solitario de la 
poesía y se aleja de lo industrial. 

- No podemos hablar del guión clásico porque hoy 
en día las películas presentan muchas formas: se 
pueden grabar o rodar en distintos formatos, con 
diferentes cámaras, colores (sic)… todo depende de 
la genialidad del director. 

- No podemos hablar del guión clásico porque prefirió 
malgastar nuestro tiempo haciéndose grandes preguntas 
de la humanidad, tales como: ¿serán los espectadores 
siempre pasivos, o por el contrario terminarán 
interactuando con la película? 

Incrédula y homenajeando a Matías Prats en su día de 
furia, me digo: “¿Pero esto qué es? ¿Pero ESTO QUÉ ES?”. 

Segundo punto de giro: Les pondré un ejemplo personal para que lo comprendan 
mejor: mi  nueva película The Canyons” 

No contento con dedicar cuarenta minutos a lo de 
antes, que todos sabemos o intuimos de alguna 
manera, dedica los interminables y últimos veinte a 
hablar de su nuevo proyecto: THE CANYONS. Con guión 
de Bret Easton Ellis y Lindsay Lohan en el papel 
protagonista,  resulta ser el perfecto paradigma para 
entenderlo: la hicieron con poco presupuesto, fuera 
de estudios, promocionándola por redes sociales y la han 
vendido a VOD. 

Y aquí es cuando me empiezo a cagar en la puta, porque 
algo me dice que eso no está bien. 

DESENLACE

Este revelador punto de giro llevaría al desenlace, 
donde todo cuadraría y cobraría un sentido que el 
oyente era incapaz de descifrar hasta ese momento: y 
es que ése, y no que el cine esté cambiando, es el 
motivo por el que no habló de la estructura clásica 
del guión, ni de Taxi Driver o del cine de los 70. 

Por ese único motivo hizo una charla vergonzosa en la 
que no habló de nada: para tener un marco en el que 
poder vendernos su nueva película y que saliera en las 
notas de prensa.

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EPÍLOGO

Este sorprendente final, que nada tiene que envidiarle a Seven o Sospechosos Habituales, no tomó forma en mi cabeza de manera inmediata: el fanatismo que sentía por este señor me impidió ver, con la claridad que se merecía, su esperpéntico discurso .

No fue hasta que me trinqué la charla por SEGUNDA VEZ, tomando NOTAS, cuando empecé a rabiar por el tiempo perdido y me di cuenta de que aquello tenía de magistral lo que yo de bailarina clásica.

Mitificar a la gente así porque sí, tiene estas cosas. No caigáis en mi error: ¡pensad que Punset puede ser un idiota integral! ¡Gandhi, también!

En fin, Paul Schrader, lo bueno de todo esto es que, como la nueva fan despechada que soy, por fin puedo decirlo en alto, sin angustias ni remordimientos:

¡CAT PEOPLE ES UN BODRIO!